Las frutas (Adam Wolniewicz, en la voz de Natalia Romero)

Las frutas (Adam Wolniewicz, en la voz de Natalia Romero)

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Beschreibung

vor 5 Jahren
Al volver de la playa, cada tarde, dejando atrás los médanos y el
bosque, mi prima y yo, los dos de trece años, íbamos a comprar a lo
del viejo que no nos permitía tocar la fruta para elegirla:
arándanos e higos, siempre, sin falta; un mango, algunas veces, el
más grande que hubiera, que pesábamos con los ojos. Después llegar
a casa, con las ojotas en la mano, arena seca en las pantorrillas,
y sentarse de inmediato a la mesa, demorando la hora de la ducha.
Los dos solos, en platos de madera, con el hambre y la avidez de la
jornada al sol, comíamos las frutas: con cuchillo y tenedor, mi
prima, que pelaba concentrada los higos y extraía casi intacta la
carne empalagosa, se llevaba a la boca los arándanos pinchándolos
de a uno, como arvejas. Yo, en cambio, tras partir a la mitad los
higos, intentaba succionarles la pulpa, pero siempre terminaba por
tragarme la cáscara también; comía con las manos los arándanos, de
a puñados, manchándome la cara y los dedos de rojo. Al terminar,
sin excepción, mi prima repetía la misma ceremonia: se golpeaba la
panza con las manos, resoplando satisfecha, y después ponía las
piernas sobre la mesa, piernas de animal joven, que por su largo no
guardaban proporción con el resto de su cuerpo: como un carozo el
hueso del tobillo; los pies angostos con los dedos flacos y pálidas
las plantas, en contraste con lo bronceado de las pantorrillas; el
vello imperceptible de los muslos que revelaba el sol– todo tenía
un brillo tan real bajo la luz confiada de finales de la tarde que
un día, encandilado, alargué el brazo y, como sin pensarlo, le rocé
con los dedos la planta de un pie: estaba áspera por la sal y por
la arena, y fresca al tacto. Me miró: “Me vas a hacer cosquillas”,
dijo, pero no sacó el pie, que tomé entre las dos manos, y empecé a
presionar con los pulgares. Me pareció que ella entrecerraba los
ojos cuando yo, sin saber cómo, le pasaba las yemas de los dedos
por el espacio entre los dedos de ella; también me pareció que
sonreía antes de oír los pasos en la entrada.

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