Pandémica y celeste (Jaime Gil de Biedma, en la voz de Andrés Neuman)

Pandémica y celeste (Jaime Gil de Biedma, en la voz de Andrés Neuman)

5 Minuten

Beschreibung

vor 4 Jahren
Imagínate ahora que tú y yo muy tarde ya en la noche hablemos
hombre a hombre, finalmente. Imagínatelo, en una de esas noches
memorables de rara comunión, con la botella medio vacía, los
ceniceros sucios, y después de agotado el tema de la vida. Que te
voy a enseñar un corazón, un corazón infiel, desnudo de cintura
para abajo, hipócrita lector -mon semblable,-mon frère! Porque no
es la impaciencia del buscador de orgasmo quien me tira del cuerpo
a otros cuerpos a ser posiblemente jóvenes: yo persigo también el
dulce amor, el tierno amor para dormir al lado y que alegre mi cama
al despertarse, cercano como un pájaro. ¡Si yo no puedo desnudarme
nunca, si jamás he podido entrar en unos brazos sin sentir -aunque
sea nada más que un momento- igual deslumbramiento que a los veinte
años ! Para saber de amor, para aprenderle, haber estado solo es
necesario. Y es necesario en cuatrocientas noches -con
cuatrocientos cuerpos diferentes- haber hecho el amor. Que sus
misterios, como dijo el poeta, son del alma, pero un cuerpo es el
libro en que se leen. Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos, mientras buscaba ese
tendón del hombro. Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones…
Aquella carretera de montaña y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo, pegados a la
tapia, cegados por las luces. O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados. O aquel portal en Roma
-en vía del Balbuino. Y recuerdos de caras y ciudades apenas
conocidas, de cuerpos entrevistos, de escaleras sin luz, de
camarotes, de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos, y de
infinitas casetas de baños, de fosos de un castillo. Recuerdos de
vosotras, sobre todo, oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas, en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes un olvidado sabor a sí
mismos! La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota, de la
langueur goûtée à ce mal d’être deux. Sin despreciar -alegres como
fiesta entre semana- las experiencias de promiscuidad. Aunque sepa
que nada me valdrían trabajos de amor disperso si no existiese el
verdadero amor. Mi amor, íntegra imagen de mi vida, sol de las
noches mismas que le robo. Su juventud, la mía, -música de mi
fondo- sonríe aún en la imprecisa gracia de cada cuerpo joven, en
cada encuentro anónimo, iluminándolo. Dándole un alma. Y no hay
muslos hermosos que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama. Ni pasión de una noche
de dormida que pueda compararla con la pasión que da el
conocimiento, los años de experiencia de nuestro amor. Porque en
amor también es importante el tiempo, y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica su perceptible paso por un cuerpo
-mientras que basta un gesto familiar en los labios, o la ligera
palpitación de un miembro, para hacerme sentir la maravilla de
aquella gracia antigua, fugaz como un reflejo. Sobre su piel
borrosa, cuando pasen más años y al final estemos, quiero aplastar
los labios invocando la imagen de su cuerpo y de todos los cuerpos
que una vez amé aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir sin belleza, sin fuerza y sin
deseo, mientras seguimos juntos hasta morir en paz, los dos, como
dicen que mueren los que han amado mucho.

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