Moon River (Javier Adúriz, por Mariano Abrevaya Dios)

Moon River (Javier Adúriz, por Mariano Abrevaya Dios)

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Beschreibung

vor 3 Jahren
Más de una milla de ancho, dice la tonada. Creí que era el
Mississippi, pero no, es un recodo del río Savannah, con homenaje
al notable Mark Twain, entre otras cosas. Un lugar visto siempre,
visto y revisto con los ojos del amor, que para mí significan mi
ciudad, mi país duro, mi familia y amigos. Como el río dulce de La
Plata que no vemos porque lo llevamos dentro, en la respiración y
en los ojos, como si fuera el río de la carne y lo que nos es dado
conocer. Vaya si es ancha esta corriente para contemplarla si no
con reverencia. Río, que alguna vez cruzaremos con estilo. Siempre
estuve braceando y te aseguro que no por poseerlo, sino darlo,
compartirlo a los otros, que en mi caso fue el poema. Cómo no
hacerlo si sentí ese empuje furioso que me dieron tantos, cada uno
a su modo. Marechal y "El domador de caballos", el increíble "Zona"
de Apollinaire, nuestro primer hermano. Creo que escribir es eso:
llegar a la otra orilla, a todos esos que uno no es, como dice
quizás el proverbio: la belleza está en los ojos del contemplador,
una sentencia que rueda desde antiguo, y que en mis ojos son los de
un lector agradecido a tantos maestros que le dieron. Río hacedor
de sueños y rompe corazones, allí donde vas te sigo y trato de
entender cada onda que me acerca y separa de la orilla o quizá no,
del infinito misterio que nos rodea con apretura y congoja, sin ver
el otro día, o nos sumerge sencillo en el gozo de nuestros hijos
con quienes vamos braceando y descubriendo su forma en los vaivenes
de la corriente. Valió vivir también me digo, aparte de conocer
tantos libros, para leer estos libros vivos de páginas crecientes y
ahora tan mágicos, que traen nietos con figuras y cuentos para
niños, como un futuro encarnado de que el río siempre estará aquí
para quien quiera. Hice mi sueño con brusca incertidumbre. Hice el
abrir los ojos de mañana, para ver a otros que me hicieron a un
tiempo. A mi mujer, que honró siempre el vivir con una acalambrante
inteligencia, sin conceder a lo dañino. Puede parecer blandengue,
lo que digo pero lo curioso: no lo es. Tomados de una mano
invisible, ambos seguimos en el río de nuestro afán, roto el
corazón tantas veces de belleza o pena sin fin. Pero aquí mi punto,
ella con una sonrisa viva en la boca, sin ceder, en la resolución
nomás de haber apostado su vida por una sola ficha, cosa que yo no
puedo afirmar sin sentir cierto rubor. Honor entonces al río que
permite. Sí, hay tanto mundo para ver, mi bella errante compañera,
es infinita su riqueza abandonada. Recuerdo, por decir, los caminos
de España, tu compañía en el coche, con los chicos atrás, corriendo
el sueño de nosotros mismos: la contemplación de las cosas, la
naturaleza de las cosas, el paisaje en secano, las curvas del
camino, las lluvias de Bilbao y tu Asturias querida. Eso al inicio,
pájaros jóvenes de toda juventud. Y luego aquí, al volver a una
lengua más afín, donde se pinta de otra luz el mundo. Y más tarde,
la tarde que presagia la cercanía de la noche nadando sin parar,
vagabundo de nuestra deriva mental cada vez más honda y bonita,
como tus arrugas y tal vez las mías. Vimos el mundo y el mundo es
de nosotros. Y hay tanto para ver que no terminaría nunca de
contarlo. Los dos buscamos el final del arcoiris (qué maravilla
como metáfora de muerte) de que lo dado es por un día, efímero,
pero por fin plenario, porque lo bueno del río es que no tiene
cauce ni lecho y semeja, a cada momento, que volamos desasidos de
la propia materia, cantando la canción que esto contiene, melodía
del aire. No creo ya en la eternidad, y si la hubiera, mejor, no
importa. Cada mojadura del agua es un cielo de tierra. El fulgor
del instante que nace y que se va, que escurre sin medida desde el
fondo del iris. Este es el arcoiris a cruzar, la mera vida. Si algo
espera detrás de la curva, yo te espero o esperame. Es de una
belleza desaforada cuando andamos del brazo por ahí, cantando la
oración de los mansos, los que no exigen nada. Y es más, son nada.
Polvo de

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