Crónico (D.A. Powell, por Micael Szyniak)
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vor 3 Jahren
se alzaban sobre el valle, sus aguzados remolinos
los mirlos de alas rojas se reunían
vibrante arco su rápida, su zambullida contra el diáfano, contra
el aire acotado
la profesión de ausencia, de ausentarse, un remontarse al
cielo
y desaparecer
el momento del vuelo: otra renuncia al movimiento de la tierra
liebre, pato arlequín, mariposa cola de golondrina: cree en este
refugio
brillantes pétalos de adelfa
blancos, rojos perímetros donde no debería haber perímetros
he aquí otro de mi larga lista de apartes:
¿por qué no habré tenido nunca un reloj que adelantara?
el aparato, que mide los minutos, es nuestra propia imagen
la pérdida constante
e igual la delicada, la volátil condición del amor, el cuerpo
traicionero
ese perturbador estado de creación y cómo hemos dañado–
¿no es uno buena lente para mirar a otro?:
filtrar el cuerpo, filtrar la mente, filtrar la tierra
resistente
y aquí con “resistente” me refiero a “que soporta”
que aguanta la inconstancia del amante, el tratamiento
lamentable
el experimento, lo no probado y lo no verdadero, los últimos
intentos por ponerse bien
elige tu propia aventura: fallo farmacológico o fallo
orgánico
cambio climático catastrófico
o algo parecido a lo que está matando a las abejas: colapso de la
colonia
se parece a nosotros más de lo que quisiéramos, este maravilloso
retal áspero
¿y por qué necesito decir los sapos, el matorral, las
nubes?–
en una primavera de incomprensión, me complací en el ruido de los
grillos
e hizo mis delicias el sexo de cada estación, los resbalones en
el musgo
la bulliciosa compañía de los músicos, ese librero jovencito y
tímido
y las voces anónimas que instaban a vagar
a que las recogieran del crepúsculo en la linde del
bosque
hasta que las criaturas nocturnas asomaran
sus ojos como lamparitas en la vidriera de un negocio
olvidados, que apenas encienden el deseo del hogar
de allí la carga del cuerpo, su campaña resoluta: sigue marchando
y si la guerra no nos saca de la quietud, nada nos va a sacar
sigo teniendo el mismo corazón desconcertado de siempre
un poco más golpeado que antes, un poco menos de
alegría
porque percibo la pesada carga de vivir en esta esfera declinante
al aire libre, enumeré mi lista de placeres:
ramillete de lila, olor a pino
gorriones que se bañan en una zanja de desagüe, su canción
los pensamientos lujuriosos de la primavera mientras florecen las
violetas amarillas
y los cerezos forman sus primeros capullos completos
las cuerdas tónicas a lo largo de las piernas y brazos de la
juventud
la juventud que se convierte en madurez, al madurar su
carne
y al volverse más blanda, menos inalcanzable, ciruela sonrojada
con manchitas
todos los días me equivoco –me olvidé de tomar unos
remedios
se me entregó un hombre, amablemente, y yo lo rechacé
en una prolongada quietud, vi que la garza que no quería
sobresaltar
era evidentemente una bolsita blanca atrapada en las ramas de un
árbol del amor
no entendí que el deseo era una fuerza mortífera, hasta
que–
luz del sol, no me dejes todavía, aún no me harté de
ti––
ni que, aunque ya es tarde, no podamos aún
reconciliarnos
si yo, el ser insignificante que soy, renuncio a todos los
demás,
cuántos más, en la misma medida, renuncian a este mundo
luz, luz: no me abandones
te canto esta canción y voy a cantar otra
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