05 Rosita Quiroga, la mujer tango del arrabal .

05 Rosita Quiroga, la mujer tango del arrabal .

Rosita Quiroga fue la primera cantora, heredera directa de los primitivos payadores. El suyo es un caso único en la historia de la mujer en el tango. Ninguna se expresó como ella, cantaba con la misma cadencia y el mismo dejo con el que hablaba, fue...
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vor 8 Jahren
Rosita Quiroga fue la primera cantora, heredera directa de los
primitivos payadores. El suyo es un caso único en la historia de la
mujer en el tango. Ninguna se expresó como ella, cantaba con la
misma cadencia y el mismo dejo con el que hablaba, fue el prototipo
femenino —irrepetible— de lo arrabalero.

Interpretaba naturalmente, como le salía, y pulsaba la guitarra por
tonos, tal como le enseñara Juan de Dios Filiberto su vecino en el
barrio de La Boca.

Hablaba intercalando palabras lunfardas y vulgares, con un ritmo
canyengue, tal como lo habría escuchado de los hombres de su casa,
laburantes del puerto y carreros. Lo hacía ceceando y su voz no era
potente pero generaba un clima intimista como si cantara para si
misma. Este estilo la acompañó hasta su muerte a pesar de que ya
había superado la pobreza y tenía una posición económica muy
acomodada.

El periodista Jorge Göttling la llamó «La Piaf del arrabal
porteño».

Apareció en el momento preciso y fue distinta a todas.

El éxito le llegó rápidamente, fue hija dilecta de la compañía
Victor a la cual le fue fiel en toda su carrera. Comenzó a grabar
en 1923, el primer registro fue un estilo titulado “Siempre
criolla”. Su primer tango fue “La tipa”, del guitarrista Enrique
Maciel y letra de Enrique Maroni.

Fue ella y por supuesto el sello Victor, quienes inauguraron en la
Argentina la era de las grabaciones eléctricas. El hecho aconteció
el primero de marzo de 1926, ese día realizó cuatro grabaciones
eléctricas, pero por número de matriz el primero y por lo tanto
emblemático en la historia discográfica de nuestro país fue “La
musa mistonga”, de Antonio Polito y Celedonio Flores.

Tuvo continuidad hasta el 10 de febrero de 1931, cuando también
registró cuatro temas. Prácticamente entonces dio fin a su carrera,
tenía 35 años, aunque siguió presentándose en radio, en forma
esporádica. No le gustaba hacer actuaciones en público.

Durante ese lapso tan exitoso (1923-1931) logró tener mucho
predicamento en las decisiones del sello grabador, hasta tal punto
que una gestión suya hizo que el gran Agustín Magaldi, por entonces
un cantor desconocido, grabara en la compañía.

Por muchos años el poeta Celedonio Flores escribió solamente para
ella, creando 24 temas, entre los cuales se destacan “Muchacho” y
“Beba” (con música de Edgardo Donato), “Audacia” (Hugo La Rocca),
“Carta brava” (con música de ella misma), “La musa mistonga”
(Antonio Polito) y “Contundencia” (Mario Micchelini).

Retornó al disco en marzo de 1952 e hizo cuatro temas y su
despedida ocurrió el 14 de septiembre de 1984 (32 días antes de su
fallecimiento), instada por su amigo y médico personal el Dr. Luis
Alposta, acompañada por el guitarrista Aníbal Arias y su conjunto,
grabando “Campaneando mi pasado”, con letra de Alposta y música
suya.

En 1970 viajó a Osaka, Japón, por una invitación de los componentes
de una peña tanguera que lleva su nombre.

Casi siempre fue acompañada por guitarristas, pero en sus comienzos
también cantó acompañada de las orquestas de Carlos Vicente Geroni
Flores, Antonio Scatasso, Eduardo Pereyra, Manuel Buzón y otras,
todas pertenecientes al sello Victor.

Rosita Quiroga es la más genuina representante del tango
arrabalero, hoy una leyenda de la más rancia estirpe porteña, para
muchos la más grande, y que es venerada por todos los que amamos
este paradigma genial llamado tango.

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